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El Protagonista, el Espectador, su Escenario y Batalla

Foto del escritor: Don V.Don V.


En el vasto teatro de la vida, hay quienes se encuentran en el escenario sin haber sido invitados al reparto original. Son actores secundarios en una obra donde los protagonistas, con sus nombres grabados en mármol, dictan todo tipo de reglas.


Personajes que navegan en un mar de indiferencia, repletos de pseudo mandatos, donde cada ola es un recordatorio de una supuesta falta de legitimidad. Ese refugio que debería ser fortaleza, se convierte en tribunal. Uno que no reconoce derechos ni lugares a quienes no llevan el sello del "bueno".


Los juicios no son exclusivos de los ajenos, también los propios se ven atrapados en esta red de expectativas, presiones, desilusiones, frustracion y aceptacion. Los que que median, con su actitud compresiblemente tibia, terminan perpetuando este ciclo de tension y agotamiento.


Las razones son tan variadas como humanas; celos, insastisfaccion propia, sensacion de desplazamiento, ego, inmadurez extrema o simplemente la carencia de inteligencia emocional.


Somos adultos, personas vividas y sin embargo, encerrados en este laberinto, con situaciones tan irreales, apropiadas de la mismisima infancia, es desconcertante que momentos tan triviales se apliquen a personas de corazón noble y espíritu bondadoso.


La batalla por no ser seńalado por psiquis tan cerradas, termina en una lucha constante, el dedo implacable, ese que determina quien es bueno, y quien malo, quien es merecedor y quien no, ese que decreta quien puede ser o dejar de ser con uno, con otros, o con todos.


En medio de esta tormenta, surgen quienes tienen la fortaleza, o tal vez la capacidad, para desafiar las etiquetas y reafirmar una personalidad, y sobre todo, un lugar propio. No son los nombres ni los títulos los que definen nuestros valores, sino la capacidad de resistir y florecer demostrando y sobre todo, exponiendo, quien es quien, incluso en los terrenos más áridos.


Pero la pregunta es inevtibale: Hasta cuándo se puede permitir que las cadenas invisibles del mandato supremo desvirtuen nuestro lugar en el mundo?


-Pablo Lescano.

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