La noche se desplegaba como un manto oscuro. Las luces parpadeaban con timidez, como luciérnagas urbanas. En las calles, pasos resonaban como ecos de memorias olvidadas.
Transitaba solo, con la capucha de la campera puesta contra el frio presente. Ojos, profundos y melancolicos, buscaban algo que no podía nombrar. Quizás la sombra de un recuerdo, o tal vez la promesa de un futuro.
Un cuadro de dialogo , una mujer blonda se detuvo frente a mi vidriera. Sus dedos reposaron en el cristal, como si pudieran tocar los sueños que se reflejaban en el. Ojos, mirada intensa, brillaban con una mezcla de temor y esperanza.
El viento sopló con fuerza, llevandose hojas secas y susurros de historias antiguas. Los árboles, testigos silenciosos, parecían inclinarse hacia ella, como si quisieran revelarme algo.
Pero no miró hacia arriba. Sus ojos seguían fijos en el vidrio, como si allí encontrara respuestas a preguntas que ni siquiera se había formulado.
Un paso más cerca, generado por una fuerza invisible. Mi sombra se fundió con la de ella en las sombras del suelo. Qué palabras podrían romper el silencio ya quebrado? Qué gesto bastaría para que ella respondiera aquello que yo queria que responda? y cual era el paso siguiente para que esas dos vidas superaran ese cruce de destinos sin tocarse?
Mas la vida es una gran tejedora de hilos invisibles, conversaciones casuales se convirtieron en confidencias compartidas, risas en la penumbra y dias sin hambre.
Entre medio de complicidades, destinos pueden transformarse, convirtierse en un equipo, manos entrelazadas, miradas encontradas, caricias eternas construyeron con una promesa silenciosa: Construir un futuro juntos, a pesar de todo y de todos.
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