Jamás voy a comprender las contradicciones humanas. Entiendo que son "naturales" y que no existiría el ser humano sin ellas, pero siempre aparece un “pero” que lo cambia todo y
todo cambió en un segundo.
Ante una decisión firme, concisa de un tercero, creo que lo único que se puede hacer es aceptar, comprender; después veremos el costo que eso implica, y más adelante trabajaremos para y por la cuestión.
Es irónico que, después de tanta determinación por "aceptar" los términos y condiciones impuestos unilateralmente, aparezcan comportamientos erráticos?
En un arrebato impulsivo, se levantó frente a mí un bloqueo generalizado, el cual, lógicamente, también uno acepta, creo comprender bajo las circunstancias del caso.
Un gesto tan fuerte que hizo sentir la palabra "definitivo" en su máxima potencia. En alguna parte entiendo la creencia de que tal vez, solo tal vez, la reacción frente a la humillación sea una "reacción temporal", una manera de autoprotección.
Pero cuando las horas se convierten en días, los días en semanas, comienza a comprenderse el asunto, a veces tan terrorífico, de la "aceptación".
Lo que desconcierta no es la decisión de la distancia. Las personas cambian; muchas veces la realidad los asusta, los devora, y, al final, todo se rompe, por mal uso, por desgaste, por descuido, o simplemente porque uno decide tirarlo todo y salir corriendo.
Lo sucedido a posteriori, o mejor dicho, lo que sigue ocurriendo día tras día, es tal vez la parte más enmarañada. Con un muro levantado cual frontera entre EE. UU. y México, con un bloqueo similar al de Cuba, con una decisión empírica de evitar todo tipo de diálogo, noto acciones extrañas, digo, extrañas por toda la coyuntura expuesta anteriormente.
Es como si esa puerta que se cerro tan violentamente no estuviera tan "sellada". Pero, por qué alguien haría eso? Qué busca en esos pequeños vistazos a una vida que decidiste dejar atrás? Alguna confirmación de tu decisión, tal vez? Algo que justifique de manera determinante las acciones y decisiones tomadas?
Hay una parte de mí que se siente expuesta, perseguida, y poco tiene que ver con mi paranoia de base, cuando las métricas me lo demuestran. Ahí estás, observando sin querer ser visto. Y hay otra parte, que piensa, que esto tiene que tener algún sentido.
Pero, como siempre, las respuestas no llegan, o al menos no en el momento en que las esperamos. Nadie es tan malo ni tan bueno, ni todo junto a la vez, pero eso lo expondré en algún otro escrito.
Nunca voy a resignarme a justificar estas actitudes en personas adultas; quizás ni siquiera quien las ejecuta las entienda. Pero lo que sí sé es que este "juego silencioso" solo deja más preguntas que respuestas.
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